Comentario
Durante el primer tercio del siglo XV Florencia vivió momentos muy delicados. Los esfuerzos bélicos realizados y el consecuente crecimiento de los impuestos habían enrarecido el ambiente político de la república y provocado la escisión de la oligarquía dominante. Los Médici, dedicados a la actividad bancaria y dueños de una reciente fortuna, aprovecharon la incertidumbre reinante para hacerse con el gobierno en perjuicio de otras familias como los Albizzi o los Alberti.
La familia Médici se había hecho muy popular entre los escalafones intermedios de la sociedad florentina a raíz de la actuación política de Salvestro de Médici. Pero fue con Juan de Médici (1360-1429), jefe de la compañía mas importante del Arte de Calimala, cuando se inició su escalada al poder, con el impulso de la reforma del catastro (1427) en beneficio de las clases medias de la ciudad.
Tras la muerte de Juan, su hijo Cosme de Médici (muerto en 1464) tomó las riendas del clan financiero y la dirección del bando popular. Sus actuaciones chocaron con Rinaldo degli Albizzi -cabeza de la oligarquía florentina-, quien, tomando como excusa el fracaso de Cosme como negociador de la paz con Luca (1433), consiguió expulsarle de los órganos de gobierno de la república.
Cosme de Médici, tras un breve periodo de exilio en Padua, entró triunfalmente en la ciudad en octubre de 1434, inaugurando así una larga etapa de gobierno mediceo, que con escasas interrupciones se prolongara hasta el siglo XVIII. A través de la supresión de determinados comités y asambleas y con el apoyo de un discurso populista, Cosme dio un giro autoritario y personalista a las formas de gobierno florentinas, sin abandonar en apariencia las instituciones republicanas tradicionales. Para ello contó con la colaboración de algunas importantes familias de la banca florentina como los Pifri o los Soderini.
Florencia renovó por aquel entonces su alianza con Venecia, ante una nueva tentativa expansionista por parte de Milán. El enfrentamiento entre florentinos y milaneses puso en jaque a los principales condottieri del momento (Colleoni, Gattamelata, Sforza, Baldaccio). Pero el escenario de la guerra terminó por trasladarse al sur, tras la muerte de Juana II de Nápoles (1435) y el consecuente estallido de la contienda entre los dos aspirantes al trono napolitano: Alfonso V de Aragón y Renato de Anjou, hijo de Luis II.
Alfonso el Magnánimo (1416-1458) se presentaba como el candidato con más posibilidades reales, ya que había heredado una importante base territorial en la Italia insular. La corona aragonesa, gracias a la habilidosa política matrimonial de Pedro IV (1336-1387), había incorporado Sicilia a sus dominios. Por su parte, Cerdeña, pese a la resistencia local de los jueces de Arborea y de los Doria, fue tambien anexionada tras la victoria aragonesa de San Luri (1409).
Tras el desastre de Ponza (1435) la suerte de la guerra parecía dar la espalda al rey de Aragón, quien, incluso, llegó a caer prisionero de los genoveses junto a varios de sus hermanos. No obstante, algunos de los príncipes italianos que apoyaban al candidato francés, temerosos del fortalecimiento de los Anjou en la península, decidieron cambiar de bando.
Felipe Maria Visconti estableció un pacto con el Magnánimo y le ofreció los servicios del capitán mercenario Francisco Sforza (1404-1466), a sueldo del duque de Milán. El curso de la guerra por la sucesión napolitana dio un giro espectacular y, así, en 1442 caía Nápoles en manos de Alfonso V tras un año de asedio. Con la paz de Cremona el aragonés era reconocido rey de Nápoles y Venecia, implicada también en el conflicto, obtenía la plaza de Ravena.
La república florentina pudo darse cuenta a tiempo de que, tras los tratados de Ferrara y Cremona, la amenaza sobre su integridad territorial ya no procedía de Milán, sino de Venecia, sumamente favorecida por dichos acuerdos. Así, tras la muerte de Felipe Maria Visconti (1447), los Médici apoyaron decididamente la candidatura como señor de Milan de Francisco Sforza, casado con Blanca Maria -hija del último Visconti-, frente a las ambiciones de Venecia y a la fragilidad política de la recién creada república ambrosiana (1447-1450).